miércoles, 25 de junio de 2014

Parte I


Prologo

Existió una época en la que el universo era diferente. No había estrellas, pues aún no nacían, y los planetas no existían. Cualquiera podría detenerse en el horizonte y ver el comienzo y el fin del universo, pues todo ocurría a la vez y nada sucedía, porque cualquiera no estaba ahí. A pesar de todo, no era un tiempo de confusión, sino de claridad. Todo lo que existía estaba en calma y en equilibrio. El universo  no tendía al desorden, sino al orden.
Existían cuatro fuerzas primitivas. La gravedad, la electromagnética, la nuclear fuerte y finalmente la nuclear débil. Todas estas se mantenían en armonía, y juntas vieron nacer la simiente del tiempo. Una pequeña semilla que al germinar, entregó la quinta fuerza; la Voluntad.
Las cinco fuerzas buscaron el equilibrio, pero para lograrlo debían trabajar juntas. La fuerza de gravedad entregó la materia, la electromagnética lo positivo y lo negativo, la nuclear fuerte unió las fuerzas y la débil las mantuvo unidas. Finalmente, la Voluntad le entregó el alma. Así fue cómo surgió la existencia del primer ente, Aethan.
Aethan existió con los ojos abiertos, y se percató de la presencia del tiempo. Fue así como llegó a las tres conclusiones; “El tiempo que me sucede, pasó, y es pasado”, “El tiempo que me enfrentará luego, es futuro” y “Nada ocurre ahora, mi presente no existe”. Lo único que él tenía era su existencia, y si su presente no existía, por consecuencia él tampoco debía de hacerlo. Fue entonces cuando Aethan utilizó parte de la fuerza de voluntad que le fue concebida, e intentó crear algo que le recordara que existía. Fue así como surgió la existencia del segundo ente, Ehda.
Ambos confirmaban mutuamente su existencia, y eso los hacía felices. No se veían, no podían olerse, tocarse ni hablarse. Sin embargo se sentían, percibían los sentimientos mutuos que ambos se profesaban. En lo profundo del ser de Aethan surgió el deseo de entregarle a Ehda algo especial. Rompió el equilibrio de las fuerzas primitivas, y utilizó las fuerzas nucleares para fabricarle a Edha la primera estrella. Ella no pudo verla, ni olerla, ni sentirla, y esto causó una profunda frustración a Aethan. Ehda sintió tristeza en su interior, y nació en ella el deseo de devolverle el favor. Rompió el equilibrio de las fuerzas primitivas para hacerle a Aethan un obsequio sin igual, la creatividad. Aethan, al recibirla tuvo mil ideas, y en su interior nacieron mil sensaciones, las cosas a su alrededor comenzaron a tomar formas para él. Decidió entonces compartir su creatividad con Ehda, y juntos tuvieron la capacidad de imaginar el mundo que ellos deseasen.
Más adelante, en algún lugar dentro de ellos, nació la necesidad de compartir el hermoso mundo que habían creado juntos. Para satisfacer dicha necesidad comenzaron a abusar de las fuerzas primitivas, y millones de entes comenzaron a poblar la nada suspendida en el tiempo.
Las fuerzas primitivas colapsaron, y la nada fue algo. La gravedad estalló en materia, mientras que la electronegatividad se dividía en neutrinos y gluones, las fuerzas nucleares intentaron mantener unidas todas las cosas… pero al universo no le quedaba voluntad, y estalló. Una explosión que escapaba de cualquier imaginación, cuya onda de destrucción se expandió a través de una indefinida cantidad de dimensiones, destrozando el tiempo y el espacio. El universo jamás volvió a ser el mismo. Nunca logró encontrar el equilibrio.
¿Y en cuanto a los entes? Sobrevivieron. Descubrieron que estaban compuestos de energía, así que eran infinitos, eran eficacia, eran poder, eran virtud para obrar… Eran voluntad.



I Huellas tras la tormenta
La lluvia cubría la estancia desplazando el silencio. La puerta del café se abrió de súbito, detonando el sonido de una campanilla que pendía sobre el umbral de la puerta. Las camareras se observaron inseguras, hasta que la más cercana se atrevió a hablar.
-“¿Le puedo ofrecer la carta, señor?” –El agua escurría por el abrigo del sujeto. Su mirada vagaba por el lugar, examinando cada detalle del entorno hasta que se detuvo en la mujer que le acababa de hablar –“Señor… Si gusta puede tomar asiento”
El sujeto observó a la camarera directamente a los ojos. Ella quedó inmóvil. Ante la expectante mirada de todos los que se encontraban en lugar, el hombre extendió su brazo y lentamente acercó su mano desnuda a la frente de la muchacha. El silencio reinó en todo el lugar hasta que sus dedos tocaron su frente. Una chispa se hizo visible justo antes de que la chica se viera impulsada hacia atrás, como si una fuerza invisible la hubiera empujado. Cayó sobre una mesa, sufriendo espasmos y desangrándose por la nariz. El terror se adueñó del café. Esa noche fallecieron cinco personas de la misma manera, ningún superviviente pudo siquiera describir al misterioso hombre. Y solo tenían recuerdos fragmentados de lo sucedido.
-“No tiene sentido” –el teniente Raine Noire cerró la carpeta que contenía la información del caso, y varias fotografías forenses de cada víctima –“Un hijo de puta entra a un local, asesina a cinco personas sin dejar absolutamente ningún rastro, y oportunamente cada uno de los malditos testigos termina con amnesia… ¡Mierda!”
-“Tenemos los análisis de los cadáveres…” –Dijo el agente que se encontraba junto a Raine en su oficina. Le ofreció un sobre cerrado. Raine se lo quitó de las manos como un león hambriento saltando sobre una presa herida, y examinó su contenido. Nunca se le dieron bien los análisis forenses, sin embargo todos los cadáveres tenían un indiscutible detalle en común. Según el informe, la masa encefálica de las víctimas se habría sobre desarrollado, elevando a niveles extremos la presión intracraneal, la eventual causa de muerte.
El agente se arregló el cuello del impecable uniforme y carraspeó para llamar la atención del teniente que yacía sumido en el misterio que le manifestaban los documentos. Raine levantó la mirada –“¿Qué hacemos, teniente? ¿Cuál es el siguiente paso?” –Se aventuró a preguntar. El teniente devolvió la mirada a los documentos y se pasó la mano por la cara.
-“No… No lo sé, no tengo ni la menor puta idea” –miró nuevamente el informe, y lanzó los papeles contra la pared, que se repartieron por toda la oficina –“¡No tiene sentido! ¡Es como seguir las huellas de un fantasma después de una maldita tormenta!” –Se arregló los anteojos, y ordenó sus plateados cabellos con la mano. –“Vete a descansar… y gracias por traerme los archivos… yo me encargaré de esto… por desgracia conozco a la persona indicada”
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-“No sé… cómo describirlo” –Dijo el detective Benedict, un sujeto descuidado de unos treinta años. Raine se sentía patético cuando tenía la necesidad de recurrir a un muchacho al que le doblaba la edad, pero Ben se había forjado una invicta reputación, y le gustara o no, el chico sabía lo que hacía.
-“Yo lo describiría como un grano en el culo. Como las huellas…”
-“…de un fantasma después de una tormenta” –dijeron al unísono –“Sí, pero la palabra que buscaba era, interesante. –Raine lo observó con curiosidad. Se cubría el bigote teñido de nicotina con su mano mientras examinaba cada acción realizada por el joven detective. Sus ojos azules no paraban de moverse de una fotografía a otra, y de vez en cuando aparecía una sonrisa en sus labios, ¿placer? ¿Estaría el chico enfermo? O quizás solo disfrutaba su trabajo. Él no era un santo, no podía lanzar piedras.
-“Los testigos… Aquí no aparecen testimonios válidos. ¿Estás seguro que tus muchachos hicieron bien su trabajo? No es por desmerecerlos, pero su reputación no los merece” –Raine bufó molesto, se levantó a punto de tirar la silla en la que estaba, y cogió todos los papeles con una sola mano, le importó una mierda arrugarlos con tal de quitárselos a ese pendejo engreído que jugaba a ser detective.
-“Vete a la mierda Benedict, que te den por culo a ti y a este caso de mierda” –Se dirigió a la puerta, pero antes de que pudiera abrirla el muchacho le cortó la inspiración.
-“Las fotografías, tienen algo en común. La posición de las víctimas.”
-“Todas de espalda, tiradas sobre el suelo luego de sufrir una convulsión… ¿qué hay con eso?”
-“En tres de las cinco víctimas hubo una lesión a la altura de las vértebras cervicales. Como si le hubieran golpeado de frente en la cabeza”
Raine se giró, y comenzó a revisar los documentos nuevamente. Observó las radiografías, y no notó nada –“Ahora que lo mencionas, tienes razón. Es extraño que nadie lo haya notado.”
Benedict soltó una risita sarcástica –“No me sorprende. Estás viendo la radiografía de una de las dos víctimas que tienen el cuello intacto.” –Raine fulminó al chico con la mirada, pero éste le respondió con una sonrisa tan amable que cualquiera en la situación del teniente le habría roto la mandíbula
–“¿Y qué? No hay lesiones físicas, no hay hematomas, ni rastros de violencia, ni siquiera…”
-“Estática. Otra cosa que tienen en común. Fíjate en las fotografías doce, quince y dieciocho. Tal vez la veinticinco, pero lo más probable es que no notes nada. El cabello de las dos camareras, y sobre todo en el de la víctima caucásica de cincuenta y cuatro, casi calva, se puede apreciar un desorden peculiar en la cabellera, que recuerda a alguien que ha sufrido una ligera descarga eléctrica.” –Raine ni siquiera perdió el tiempo revisando las imágenes.
-“¿Y cómo puedes unir estas dos “pistas”? –le dijo en tono burlón mientras reordenaba los papeles, y estilizaba aquellos que en su arranque de ira habían sido arrugados –“Habían más de quince testigos, ninguno recuerda nada ¿y qué clase de arma provoca una descarga eléctrica de ese nivel sin dejar ninguna marca de quemaduras?”
-“Eso habrá que averiguarlo. Quiero la lista de testigos para mañana en la mañana.”-Raine odiaba que le dieran órdenes, pero sobre todas las cosas odiaba que ese muchacho se sintiera superior al resto, y mucho más que demostrara ser mejor que él… en prácticamente todo.

II Recuerdos de un hombre que no existe
-“Tenga usted buenos días, mi nombre es Benedict Hardy detective privado. Estoy trabajando en un caso para el departamento de policía de Springfield en el que usted figura como testigo, y me preguntaba si estaría dispuesto a dar su versión de los hechos ocurrido el doce de mayo del dos mil catorce.”
-“No sé si pueda ser de mucha ayuda, recuerdo muy poco. Estábamos con mi esposa y mi hijo, y ninguno recuerda nada importante”
-“Descuide señor Leblanc, estará presente un profesional en reincorporar recuerdos a través de un proceso llamado “regresión”, me pregunto si le es familiar.”
-“¿Eso de hacer creer a la persona que es un bebé, y que actúe como un bebé?”
-“Sí, señor Leblanc, “eso de hacer creer a la persona que es un bebé y que actúe como tal”, pero descuide, no nos interesan sus años de lactante. Estamos más interesados en escuchar qué ocurrió la noche antepasada en el Café Gardenhouse que en verlo chuparse el dedo.”
-“… ¿Está usted burlándose de mí?”
-“Hay un asesino suelto, y usted tiene la capacidad de ayudar. Si no coopera en esta causa, cada una de las muertes que se presenten de aquí en adelante recaerán también sobre su consciencia.”
-“…”
-“Mierda, ha colgado… ¡Carmen! Llama al doceavo, parece que hoy los testigos de muertes paranormales no se han despertado de muy buen humor.”
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Ben se encontraba en la consulta del Doctor Frederick Shulz, psiquiatra y licenciado en filosofía. Uno de los testigos, varón de 32 años, reposaba sobre un diván. El día del asesinato se encontraba bebiendo un café con su novia o amante, o algo por el estilo que da igual, no es importante, lo único importante es que en ese momento se encontraba recostado sobre el diván rojo del doctor, y Benedict escuchaba cada palabra de la conversación.
-“Pido un café, ni siquiera veo el menú.” –El joven parecía tranquilo relatando su experiencia. Ben notaba que doctor tomaba apuntes de prácticamente todo lo que el sujeto decía.
-“Albert, ¿recuerdas qué tipo de café pediste?” –La cara del muchacho se frunció, pero pareció aliviarse al recordar la respuesta.
-“Latte…” –Ben extendió sus brazos haciéndole gestos incredulidad, ¿realmente era necesario saber toda esa información? Él estaba buscando al maldito asesino, no tenía tiempo para conocer qué mierda comía cada uno de los testigos. Sin embargo, el doctor lo miró austero y continuó con su sesión.
-“Avancemos un poco, Albert. ¿Recuerdas algo que haya llamado tu atención en ese momento? ¿Algún suceso fuera de lo normal?”
-“Un tipo que llamó mi atención. Era extraño porque iba oculto, no… No recuerdo su rostro. Creo que llevaba un sombrero o algo que cubría su cara. Estaba empapado”
-“¿Qué vestía? ¿Lo recuerdas?”
-“Un abrigo largo, sucio y estaba muy desaliñado, parecía… Un vagabundo, pero daba la impresión de ser una persona muy sabia” –Benedict alzó una ceja. El doctor aprobó el desconcierto con una mirada similar.
-“Y cuéntame, ¿cómo lograste notar que esta persona era muy sabia solo por su apariencia?”
-“Porque susurraba historias” –La mano de Albert se movió de manera espontánea. Un espasmo… No era normal. Benedict le hizo señas al doctor para que continuara con el tema, pero éste se negó con la cabeza.
-“Es delicado, si seguimos ejerciendo presión podría terminar con secuelas importantes… Solo un poco más” –El doctor se acomodó en el asiento y continuó –“¿Y qué pasó después de que vieras entrar a este sujeto?”
-“Una camarera le ofreció la carta y un asiento, pero él no contestó nada… Él está… Él está tocando su frente, ¡ella…! ¡Ella voló contra la pared! ¡Hubo una chispa, y ella voló contra la pared!” –Albert comenzó a ponerse muy nervioso, el sudor comenzó a emanar de sus poros, y estaba a punto de llorar.
-“Esto se termina aquí”- El doctor iba a hacer un ademán de despertarlo pero Benedict se adelantó y le tapó la boca.
-“¿Qué sucedió después, Albert?” –Dijo intentando imitar la voz del Doctor.
-“Se frustra. Comienza a maldecir, y habla, y susurra. Y susurra sin hablar, sin mover los labios, todos lo sabemos, él nos libera pero ella no estaba preparada, la otra tampoco, ni él, ni ese sujeto anciano que se sentó en la mesa del al lado” –Las lágrimas del muchacho recorrían sus mejillas a mares, estaba rojo, se le marcaban las venas en la frente y se encontraba a punto de caer en un colapso nervioso.
-“¿Y qué hay de ti Albert? ¿Estabas preparado?” –El doctor trataba de quitarse la mano de la boca. Ben comenzó a forcejear para ganar todo el tiempo posible.
-“Se fue, se marchó, todos queríamos ser liberados, pero la policía llegó, y tuvo que marcharse” –La cara de Albert estaba coloradísima, sus parpados estaban fuertemente cerrados y su mandíbula estaba tensa, como si no quisiera soltar las palabras tan fácilmente.
-“¿Hacia dónde…?” – El doctor se levantó de la silla en la que se encontraba y se quitó la mano de Ben de los labios.
-“¡Basta ya! ¡Largo de aquí, maldita sea!” –dio de manotazos a Ben para que retrocediera, susurró unas palabras para que el muchacho volviera a la realidad, y fue muy extraño. Parecía estar bien, y no recordaba haber estado llorando como una niña.
-“¿Está todo bien Doctor? ¿Ha servido de algo?”
-“No quiero volver a tenerte aquí Benedict. Respóndele al chico, ¿toda esta mierda ha servido de algo?”
-“Honestamente, tengo más preguntas… Pero dudo que algún testigo pueda responderlas”
-“Largo Benedict. No te quiero volver a ver en mi maldita consulta.


III La cacería del cazador cazado
-“Dos víctimas más del mismo sujeto. Misma causa de muerte, crecimiento encefálico, tampoco hay pistas evidentes. Se suman a las cinco del primer caso, y a las otras cuatro de las últimas semanas. Al igual que las demás, no hay pistas evidentes, huellas dactilares, un fantasma… un puto fantasma.” –Raine se llevó la taza de café a los labios, y sus bigotes se impregnaron de la amarga bebida. –“¿Cuánto tiempo ha pasado desde Gardenhouse? ¿Tres semanas? Quizás más… Esta situación me quita el sueño, tú lo sabes bien, no he podido descansar como Dios manda en semanas, duermo ¿cuánto? ¿Tres horas?”
-“Dos… Y a veces ni siquiera vas a la cama”
-“Lo lamento… No me había dado cuenta de cómo esta situación me ha absorbido la vida” –Su mujer rodeó el cuello del teniente con sus delicadas manos, y comenzó masajear su cuello hasta llegar a los hombros.
-“Entiendo, es un caso complicado. Y si lo que me has contado es cierto, realmente nadie puede estar a salvo de ese sujeto. Dices que sus víctimas no tienen relación entre ellas, y que prácticamente mueren porque les crece el cerebro o algo así, no sé mucho de ciencias pero parece realmente algo de otro mundo” –Le descubrió la espalda para continuar recorriendo su cuerpo –“relájate, trabajas más que nadie para mantener esta ciudad segura, mereces un descanso de vez en cuando”
-“No es necesario hablar del tema, prácticamente no he tenido tiempo para saber de ti, ¿qué has hecho? Debe de haber sucedido algo interesante en todo esto tiempo.”
-“Bueno, hace varias semanas te comenté que entré a una clase de yoga, ¿recuerdas?”
-“Claro, ¿qué tal va eso?” –No lo recordaba.
-“Excelente, de hecho en una semana más habrá un viaje a Europa, para conocer a un Yogui muy reconocido, ha escrito muchos libros para activar los chacras, y de autoayuda también.”
-“¿Yogui? Suena como una golosina barata” –Ambos se sonrieron.
-“Es una persona importante, quizás pueda aprender mucho con él” –Un mensaje llegó al móvil del teniente –“Debe ser importante, deberías contestar”
-“No, de una vez por todas el crimen puede esperar. Ahora mi tiempo te lo dedico a ti” –Ella le besó apasionadamente, y se amaron durante horas.
El manto matutino cubrió sus cuerpos desnudos y Raine se levantó. Se duchó con abundante jabón y champú. Cepilló sus dientes, y peinó su plateada cabellera. Incluso, sacó una pequeña peineta y se arregló los bigotes. Afeitó la barba descuidada que le crecía rodeando el mentón, y finalmente se aplicó un poco de perfume. El teniente Raine, por primera vez en varios días tenía la firme sensación de que sería un gran día. Oyó el tono del móvil que indicaba batería baja y revisó su celular.
Enviado a las 5:03am
                -Raine hijo de la puta que parió a tu madre te necesito ahora aquí mierdaaaaaaaaaaaaaaaaa
Enviado a las 5:03am
                -Todo está en clave sin sentido parece un puto rompecabezas creo que entiendo a alberts pero me falta una idea clave
Enviado a las 4:34am
                -Raine muévete de una vez, es imposible que no te hayan llegado todos mis mensajes… Si me estás ignorando, realmente elegiste el peor momento de tu miserable vida para hacerlo.
Enviado a las 3:02am
                -Raine, estoy dentro. Reitero, necesito refuerzos aquí, no sé cuánto tiempo tarde en regresar.
Enviado a las 2:54am                                                    
                 -Necesito refuerzos, y con refuerzos me refiero a ti.
Enviado a las 2:03am
                -Estoy aquí, te espero.
Enviado a las 1:56am
                -Estoy afuera del departamento, el edificio es Peter’s sons, justo en la doceava avenida con la quinta enmienda, a dos cuadras del café Gardenhouse.
Enviado a las 1:36am
             -Lo estoy siguiendo, mueve tu ancestral culo rápido. Te avisaré ante cualquier eventualidad.
Enviado a las 0:23am
             -Estaba dando vueltas por el centro para ver si encontraba algo, y creo que tengo a nuestro amigo. Al parecer tenemos otra víctima pero logré seguirle la huella. Calza exacto con la descripción, al parecer nunca se cambia de ropa, debe oler fatal. En cuanto localice algo te llamo, no queremos que vengas a interferir ¿cierto? Besos

Raine no pudo determinar cuánto tiempo estuvo parado en la cocina observando el teléfono. No estaba paralizado, solo analizaba la situación lo mejor posible. ¿Lo habrá encontrado el asesino? Habían pasado casi dos horas desde el último mensaje, y se podía apreciar en la forma de escribir de Benedict que estaba realmente desesperado… Si le preguntaran a Raine cuánto tiempo tardó en atravesar el umbral de la puerta, subir al vehículo y llegar a la dirección probablemente él no pueda contestarles, pero es suficiente saber que todo ocurrió muy rápido, bajo una marea de adrenalina.
A dos cuadras del café Gardenhouse se encontraba el edificio. Un departamento bastante pintoresco de clase media, nadie se imaginaría que es el hogar de un asesino a sangre fría. Al atravesar la puerta principal se acercó a recepción.
-“¿Qué pasa?” –Preguntó un tipo de mal humor detrás de un mostrador, tenía un gesto adusto y su mirada se ocultaba detrás de sus pobladas cejas.
-“Un amigo, entró hoy como a las… -miró su celular y recorrió el horario de los mensajes -…como a las tres de la madrugada”
-“¿Y cómo esperas que recuerde yo eso?” –Raine deslizó lentamente un par de billetes sobre la mesa –“Ayer en la madrugada ¿correcto?” –El hombrecito cogió los billetes y comenzó a buscar en una computadora que tenía a su lado, posiblemente revisando los videos de las cámaras de seguridad. –“¿Este es el sujeto?” –El video mostraba a Benedict entrando a una habitación. Ésta tenía la puerta abierta.
-“¿Puede retroceder más la cinta?” –El hombre hizo un par de clicks con el ratón, y la cinta comenzó a rebobinarse. Se pudo ver en alta velocidad a Benedict saliendo de espaldas de la habitación, y tiempo después, salir de la misma a un tipo con un abrigo y una especie de sombrero de ala ancha.
-“¡Gracias!” –Raine subió la escalera de a cuatro peldaños, y corrió a través del pasillo hasta llegar a la puerta. Tomó el pomo, respiró profundamente, desenfundó el revolver que llevaba en su arnés y abrió la puerta.
Benedict yacía tumbado en el suelo. Un hilo de sangre nacía de su nariz, estaba con los ojos abiertos, y sus piernas estaban en una posición incómoda. La habitación estaba completamente rotulada con marcadores de varios colores, en el suelo cientos de lápices de todo tipo que el asesino habría utilizado para rayar sobre las paredes. Raine se arrodillo al lado del cuerpo y determinó su pulso. Era muy débil, pero lo más probable es que Raine haya querido sentir eso y el pobre bastardo yaciera muerto. Marcó a la ambulancia, y se incorporó para examinar las paredes. Sacó varias fotografías con su teléfono celular, eran figuras extrañas, ninguna palabra legible, ni letras de cualquier sistema de escritura que él conociera.
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-“Señor Benedict, solo estoy diciendo que quizás debería dormir. Lleva conduciendo toda la noche las últimas dos semanas, eso no es sano  y sé que usted lo sabe.”
-“No, Carmen mía, lo insano aquí es tener la posibilidad de detener al asesino más apasionante que haya pisado esta ciudad y no aprovecharla ¿Hay noticias de Raine?”
-“Dos víctimas más, eso es todo. Trataré de conseguir el informe forense para usted mañana por la mañana.”
-“¿Por qué no ahora? ¿Qué te detiene?”
-“Porque son las doce de la noche, y… En serio Señor Hardy, ¿tengo que quedarme en el teléfono? Mi marido y yo queremos dormir de una vez, no puede estar llamándome cada noche que salga a patrullar o lo que sea que haga…”
-“¿Insinúas que no te pago lo suficiente? Solo te pido ayuda para mantenerme despierto, la cordura es importante. ¿Es importante la cordura?”
-“Sí señor Hardy, pero realmente quiero dormir… ¿no se molestaría si corto?”
-“No irás a cortarme… ¿Carmen?.. Mujeres....“–La llamada se había cortado. Benedict continuó 
corriendo las calles del centro en su vehículo. Lo ha estado haciendo desde hace dos semanas, cada noche
recorre los distritos bajo una idea; el tipo es demasiado torpe y actúa de manera espontánea. Encontrarlo
cometiendo sus crímenes sería bastante probable. Dobló una esquina, luego otra a la izquierda. Desde un
pequeño callejón apareció un flash, como si alguien estuviera sacando una fotografía. Condujo el vehículo
hasta ahí, y pudo apreciar un tipo de amplio sombrero y una chaqueta roída junto a una mujer sufriendo
espasmos en el suelo. Benedict no se movió, aparentemente el sujeto no lo había visto.

-Estaba dando vueltas por el centro para ver si encontraba algo, y creo que tengo a nuestro amigo. Al parecer tenemos otra víctima pero logré seguirle la huella. Calza exacto con la descripción, al parecer nunca se cambia de ropa, debe oler fatal. En cuanto localice algo te llamo, no queremos que vengas a interferir ¿cierto? Besos

Bajó del vehículo y lo siguió a pie disimuladamente. El tipo no aceleraba el paso, ni se detenía para mirar atrás. Estaba demasiado tranquilo para haber cometido un asesinato tan recientemente.

-Lo estoy siguiendo, mueve tu ancestral culo rápido. Te avisaré ante cualquier eventualidad.

Luego de unos veinte minutos, el sujeto entró a un edificio, lo más seguro es que tuviera un departamento ahí. Benedict miraba su celular muy seguido y parecía ansioso.
-“Vamos teniente, mira el maldito telefono…”


-Estoy afuera del departamento, el edificio es Peter’s sons, justo en la doceava avenida con la quinta enmienda, a dos cuadras del café Gardenhouse

Continuó enviándole mensajes a Raine hasta que había pasado una hora. Fue entonces cuando decidió tomarse la justicia por mano propia. Atravesó la recepción como si fuera un inquilino más del lugar y subió al segundo piso. Se quedó ahí, oyendo en silencio. Un ruido provino del tercer piso y subió por la escalera. Al llegar a la planta, vio al sujeto saliendo de su habitación. Lo observó largo y tendido, pero Benedict fingió indiferencia. El hombre pasó a su lado, clavando su mirada en él, pero no hizo nada extraño. El detective esperó que el sujeto se perdiera de vista y entró a su departamento.

-Raine, estoy dentro. Reitero, necesito refuerzos aquí, no sé cuánto tiempo tarde en regresar.

Las paredes del departamento estaban completamente rotuladas. Era un idioma extraño, pero a Ben se le hacía familiar. Sumerio ¿sumerio? Era posiblemente el lenguaje escrito más antiguo que se conoce, junto con el egipcio. Le llamó la atención que la habitación le entregaba una especie de sensación diferente… Él pudo haberlo descrito como “sentir” el significado de las palabras. Lo que le sucedió no tuvo explicación. Sintió que su mente se abría, y estaba seguro de poder leer esos extraños símbolos rotulados por todos lados.
Guerra, libertad, etéreos, jaulas de carne, dolor, sentidos, cárcel, opresión
Cada palabra que percibía se iba inter-relacionando con la anterior de maneras que él no podía explicar.
-“Jaulas de carne… Somos jaulas de carne. Vivimos para sentir dolor, para ser… oprimidos.” –Se dijo en voz alta.

-Raine muévete de una vez, es imposible que no te hayan llegado todos mis mensajes… Si me estás ignorando, realmente elegiste el peor momento de tu miserable vida para hacerlo.

-“La libertad es un mito, y la felicidad es solo la recompensa para una respuesta condicionada… ¿Qué nos hace diferente al resto?... La consciencia, claro. La capacidad de crear, y de creer.” –Las palabras brotaban de su cabeza y acaban por salir de sus labios, era dominado una incredulidad imponente, sabía que todo era verdad, pero no quería creer… No podía ser cierto. Ahora comprendía las palabras que el joven Albert dijo cuando hablaba con el doctor Shulz.
Cayó rendido sobre sus rodillas, y con las manos temblorosas escribió nuevamente a través de su teléfono celular.
-Todo está en clave sin sentido parece un puto rompecabezas que sale de la mente creo que entiendo a alberts pero no puedo creer en nada.
-“No te resistas hermano. Deja que tu alma sea libre” –Una voz de ultratumba silenció todos los pensamientos que inundaban su mente. El sujeto de la chaqueta roída había entrado en la habitación en medio de la confusión de Ben. El corazón del muchacho comenzó a latir con fuerza, sentía como se dilataban las venas de cuello y un escalofrío le recorría la espina dorsal. –“Entrégate y vive para liberar al pueblo” –El hombre se acercaba cada vez más a Benedict que lo observaba de rodillas. Sus manos temblaron, y utilizó toda su fuerza de voluntad para escribir nuevamente a través del celular.
       
-Raine hijo de la puta que parió a tu madre te necesito ahora aquí mierdaaaaaaaaaaaaaaaaa

El índice del hombre se acercó lentamente a su cabeza, una potente luz brotó al tocarlo con sus dedos, y Benedict por primera vez en sus trescientas veintidós vidas, fue libre.


IV El que alguna vez, entre muchos otros, fue Raine
            Raine… ¿era Raine? No estaba seguro… Ese era uno de los miles de nombres que alguna vez le dieron una identidad… Se sentía libre, y podía volar. Las estrellas lo rodeaban, sabía que eran cálidas y que lo podían guiar a través del universo, pero no podía sentirlo. Sus manos no estaban ahí. Estaba despierto, pero su corazón latía en otro rincón del espacio profundo. Desde el fondo de su ser oyó voces agitadas.
            -“Imagina… una manzana”
Una manzana apareció. En medio del espacio. Quizás siempre estuvo ahí. El que alguna vez fue Raine la cogió entre dedos espectrales que lentamente comenzaron a tomar forma. La olió, y sintió como la fragancia le recorría los pulmones. Ahora tenía pulmones. Y podía respirar en medio del espacio. Le dio una mordida, y la jugosa fruta le recorrió las papilas, y pudo saborear.
            -“Imagina… un camino”
La voz desató una nueva respuesta. Ante él, había un camino. Quizás siempre hubo un camino, pero estaba muy distraído para verlo. Quizás el camino acababa de aparecer. El camino era largo, terminaba justo donde comenzaba el infinito. Estaba pavimentado, y tenía muchas farolas encendidas. Quizás estaba de noche, y por eso las farolas estaban encendidas. Pero no era una luz fría y tenue, no, era una luz fuerte y cálida, como la luz de una estrella.
            -“Imagina… un alma”
El que alguna vez fue Raine nunca pensó en cómo se veía un alma. Siempre estuvo ocupado pensando en cosas que podía tocar, ver, o sentir. Sin embargo, él siempre había pensado que el alma era una llama dentro de cada uno, del color de la pureza con un ligero tono de bondad. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento que resonó por todo el lugar. Entonces, vio aparecer lenguas como de fuego que descendieron a su alrededor. Se vio lleno de tranquilidad, porque se dio cuenta de que no estaba solo. Todas las pequeñas llamas que lo rodeaban parecían intentar comunicarse con él en distintas lenguas que él no comprendía, y que nunca había oído.
            -“No intentes entender, solo siente lo que tienen que decir”
Ahí estaba él, quien fue entre muchos otros el teniente Raine, en medio de una calle pavimentada, iluminada por farolas brillantes y cálidas como estrellas. Rodeado de almas que intentaban comunicar un mensaje que había estado escondido por más años de lo que la tierra podía recordar. Las llamas acallaron sus voces, y aquel que le hablaba desde un principio volvió a tocar su alma.
            -“Imagina… un nuevo color”
El que alguna vez fue Raine no pudo lograrlo. Las llamas que lo rodeaban se extinguieron de súbito, y la calle solitaria en la que se encontraba comenzó a desmoronarse desde el infinito. En su desesperación, intentó aferrarse de una farola, pero su luz ya no era intensa y cálida, ni tenue y fría, porque nunca hubo una farola. Cuando el desplome de la calle lo alcanzó, no cayó, porque no había arriba ni había abajo. Estaba en medio del espacio. Estaba desorientado, pero logró encontrar un delicado hilo que llevaba unido a su alma. Lo siguió hasta encontrar un lugar muy familiar. Era una habitación blanca. Con una camilla de sábanas blancas. Al lado de la camilla había una silla, y sobre esa silla había una mujer. Estaba llorando desconsolada. Él podía ponerse en el lugar de ella, y sentir lo que ella sentía. Había perdido a un ser amado, y no tenía esperanzas. Otra mujer atravesó una puerta, y se acercó a la camilla. Un sujeto se encontraba postrado en ella. La enfermera revisó las bolsas de suero, y debido a que estaba vacía la cambió por otra. No estaba seguro de si era suero, o quizás un medicamento. Tenía las manos muy frías, y la boca reseca, y varios tubos estaban conectados a sus venas. La enfermera lanzó una mirada triste a la mujer que lloraba sobre su regazo antes de marcharse. Él quería acariciarle sus dorados cabellos, como lo hacía siempre. Quería tocar sus labios y besarlos como lo había hecho siempre, pero su cuerpo no le respondía. Logró mover un par de dedos lentamente, era un logro. Requirió de varios minutos para poder mover el brazo hasta tomarle la mano a su esposa. El roce se sintió cálido y vivo. Ella levantó la cabeza y sus facciones expresaban asombro. Tenía los ojos muy abiertos y cristalinos, como una mujer que lloraba porque creía haber perdido a quien amaba. Lentamente su expresión de sorpresa se convirtió en una sonrisa, luego en una risa, y finalmente en un abrazo. Volvió a llorar mientras sus brazos lo rodeaban y sus labios le besaban la barba.
-“Tranquila linda, todo está bien”
Entonces aquel que alguna vez fue Raine, fue nuevamente Raine.

V Aprendiendo a caminar
            Raine siempre fue un hombre fuerte. No por fuerza física, sino por fuerza de voluntad. Recuerda cuando tenía ocho años y su padre había llegado a casa, extrañamente sobrio. Lo supo porque cuando se arrodilló y le ofreció el revolver Smith & Wesson por el mango, no olfateó el mínimo atisbo de alcohol. Su padre, con grandes manos ásperas cogió sus manos de niño y lo obligó a asir el arma. El pequeño no tuvo opción.
-“Dispara Raine, dispara hijo, hazte hombre y libera al mundo de la mierda de padre que tienes” – Había dicho. En aquel entonces era un niño, y la inocencia lo cubría de pies a cabeza. Sin contar que llegaba ebrio cinco días a la semana, golpeaba a su madre con lo que sea que tuviera a mano; lo golpeaba a él, claro; y vomitaba amenazas de muerte contra ellos, era un muy buen padre. Recuerda aquella vez que le enseñó a montar en bicicleta. La verdad es que quiere recordar que fue él, pero en el fondo de su alma sabe que fue su abuelo.
            Raine no lograba concebir el sueño. Su esposa se había quedado dormida intentando consolarlo, pero el sueño tiene la manía de ser impertinente, y atacar en el momento menos apropiado. Raine es un hombre fuerte, pero esa noche había llorado desde que su cabeza tocó la almohada. Y es que tenía muchas cosas en mente… El sueño que había tenido antes de despertar de casi dos años en coma era solo el primero de sus problemas. Las cosas habían cambiado… La comisaría necesitaba un teniente, y uno postrado en una camilla no iba a ser muy útil. Su mujer tenía necesidades sexuales, como cualquier mujer. Sin embargo él no había querido tocar el tema. Ella tampoco.
-“La vida no puede ser tan mala” –Se repetía a sí mismo. Tenía la extraña sensación de estar soñando, y de haber despertado en el momento en que dejó de soñar con el espacio.
El primer día no lloró, y trató de enfrentar la realidad, pero no pudo dormir en toda la noche. El segundo, no fue muy distinto del primero. Sin embargo el tercero era especial, porque estaba enfrentando uno de sus mayores problemas. Estiró su mano de la cama hasta dar con una silla y la acercó a la cama. Intentó pasar de la cama a la silla ayudándose sólo de los brazos.

-“¿Qué estás haciendo amor?” –Preguntó Clara, despertando de su pesado sueño.
-“Solo quiero ir por un vaso de agua” –Dijo mirando por la ventana mientras pasaba de la cama a la silla.
-“Raine… Yo te lo traeré, trata de dormir.” – En ese minuto los brazos del que alguna vez fue un teniente se fatigaron después de un año sin uso, y cayó de bruces al suelo junto con la silla de ruedas. Raine es un hombre fuerte. Pero es inválido, y luego de despertar encontró su vida hecha una mierda. Así que lloró sobre la alfombra. Sentía impotencia y apretaba su dentadura con ira intentando guardar esas lágrimas.
Siempre odió sus lágrimas. El sabor salado, la vista húmeda y la cara empapada le parecían desagradables.
Clara le quitó la silla de ruedas de encima, y la apartó para ayudarle.
-“Tu llegas a ponerme una mano encima y te mato ¿ME OYES?” –Estaba enojado, dolido, frustrado. Era fácil comprenderlo en ese momento. Lo difícil era darse media vuelta, ignorar a su marido inválido tirado en el suelo mientras lloraba, y dormir. Así que no lo hizo. -“Déjame ayudarte Raine. Deja tu orgullo a un lado, necesitas tiempo para aceptar esto, yo sé que es difícil para ti… Pero no me apartes del problema…”
Raine se secó las lágrimas con los puños. Sin decir palabra alguna, y con mucho esfuerzo logró subir a su cama con ayuda de sus débiles brazos. Querían dejarlo en el hospital, pero no lo aceptó. Sin embargo accedió a hacer el programa de ejercicios. Era un hombre orgulloso, no un tonto.
Se acomodó contra el respaldo de la cama, y observó con desgano la luz de la luna filtrarse entre las persiana que cubrían la ventana.
-“Cariño…” –Raine salió de su letargo, no había notado que Clara había ido a buscar un vaso de agua. Ahora se lo estaba ofreciendo con una sonrisa amable. Era hermosa. Él aceptó el vaso con un balbuceo, que seguramente fue un “gracias”, y le dio un sorbo. –“Debes calmarte… Las cosas van a estar mejor, ¿de acuerdo? Estamos juntos, y nada nos va a separar.”
-“Esto no es nada Clara.” –Nunca la llamaba Clara. –“Esto es algo. ¿Planeas vivir con tu marido parapléjico el resto de tu vida?” –Para ella el tema era aún delicado y no sabía cómo abordarlo. Así que decidió guardar silencio. –“¿No te importa tener que arrastrarme por todas partes? ¿Tener que meterme con esa silla de mierda en el metro? ¡Subir una puta escalera será una odisea!” –Lanzó con todas sus fuerzas el vaso contra la pared detonándolo. Las esquirlas del cristal y las gotas de agua salpicaron la habitación.
Por segunda vez en la tercera noche lloró. Ella nunca había visto a su marido derrumbado, y eso la hacía sentirse insegura… Él era su piedra angular, ella era la de los problemas.
-“¿Recuerdas… cuando mi padre me pidió disparar ese revolver?” –Raine la miró con ojos vidriosos. No era la mirada de un hombre fuerte, la mirada de un teniente por más de diez años que había visto a la muerte a los ojos. Era la mirada de un niño atemorizado con un revolver en la mano, apuntando a la sien de su padre.
-“Sí” –Dijo Clara después de un largo rato de silencio. Era un tema que sólo se había hablado una vez en sus casi veinte años de matrimonio. Era un tabú. Inconscientemente ambos lo habían ocultado en lo más profundo de sus memorias maritales. Ahora volvía a ver la luz, y estaba desesperado por salir.
-“Tuve un sueño” –Continuó mirando al techo –“Un sueño en el que me sentí despierto. Un sueño en el que por un segundo tuve la sensación de ser realmente yo, de estar libre… Un sueño donde no habían secretos para mí, y tenía la libertad de recorrer todo el universo desde el principio hasta el fin” –Clara lo miraba fijamente. Sentía miedo. Pero su rostro lo ocultó. –“¿Recuerdas qué sucedió?”
-“No… Es decir, dijiste que tu madre había interferido, y que luego hubo una discusión”
-“Eso lo inventé. Lo último que realmente recuerdo es a mi padre colocando el cañón del revolver en su frente. Lo de mi madre solo lo inventé para mentirme, para ocultar esa laguna mental que dejaba abierta la posibilidad de haberle destapado la cabeza a mi padre a los ocho años.”
-“Es algo que pasó hace más de cuarenta años. No te martirices por eso…” –Clara se acercó a él y lo estrechó entre sus brazos. Le acarició el cabello desordenado y sus labios.

-“Luego de ese sueño… Esa laguna mental desapareció… Sé lo que realmente sucedió esa noche, y no puedo dejar de pensar en eso.”

2 comentarios:

  1. Excelente historia, una trama muy enigmática además... Espero con ansias la segunda parte.
    Te ganaste un seguidor

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